En mi camino dentro de las artes marciales, siempre tuve la suerte de tener muy buenos maestros, quienes me enseñaron siempre esta disciplina como un arte, y como arte que respeta al ser humano, jamás como una herramienta para causar daño innecesario a un semejante.
Dentro de este caminar, también se me permitió aprender que la mejor manera de no dejar de asimilar conocimientos era enseñando a los que ingresaban en esta vía. Pero siempre únicamente cuando el maestro lo indicaba o solicitaba mi ayuda con determinados estudiantes.
Ahora en mi etapa de shidoshi ho dentro de Bujinkan, continúo aprendiendo de mis maestros, y al mismo tiempo de cada uno y todos mis alumnos, sin importar edad, tiempo de entrenamiento o calidad de movimiento. Como leí hace poco, los alumnos son nuestro espejo; si vemos que más de un alumno repite una técnica, movimiento o concepto inadecuado, lo más probable es que nosotros estemos cometiendo inconscientemente ese error, analicémonos y corrijamos en nosotros ese mal movimiento, técnica o concepto, hasta que veamos que nuestros alumnos ya superaron esa equivocación.
El tener el honor de enseñar nos hace ser mas responsables con lo que ofrecemos a nuestros alumnos, nos hace estar siempre sensibles a aprender más y a corregir hasta la perfección lo que tenemos, porque eso es lo que merece un alumno, porque eso es lo que nos dieron a nosotros nuestros maestros. Debemos considerarnos mensajeros de una tradición que viene de cientos de años atrás y que nuestro maestro nos confió para pasarla a las siguientes generaciones.
Y por supuesto, debemos pasar lo mejor de nosotros a los que continuaran enseñando nuestro arte.
«Nadie es tan grande como para no poder aprender, nadie es tan pequeño como para no poder enseñar»