En el muy poco tiempo que tengo enseñando budo taijutsu, he tenido la oportunidad de convivir y aprender de tres tipos de personas que se acercan al dojo a conocer este arte marcial. Desde los simplemente curiosos que quieren ver si estamos enmascarados haciendo venenos en la oscuridad o levitando por los aires, o los que no creen que se enseñe en estos días el arte del ninja, o simplemente los que quieren aprender alguna forma de defensa personal.
De esas personas que entraron al dojo, entrenaron, aprendieron, convivieron, aprendí a diferenciar a los amigos, a los alumnos y a los clientes. Como dijeran varios amigos instructores, el cliente es el que no aprende ni tiene intención de crecer, pero mal o bien nos ayuda a pagar la renta. Va muy de vez en cuando pero como si el decir en su entorno de amistades que entrena “ninjutsu” le diera cierto nivel social. Acude a muy pocas clases, a muchas otras falta siempre con las mas “divertidas” excusas (digo divertidas porque cree que le creemos) y llegado el día de pago, ahí está puntual pagando su mensualidad.
Los amigos, que van para conversar y ver en que estamos tan metidos, y de paso tratar de entender porque no nos la pasamos haciendo otro tipo de cosas para divertirnos, y ya que están ahí, pues tratan de aprender en una clase técnicas que uno demora una o mas vidas en entenderlas bien. Juran que regresaran, que ahora si se animaron (y nos volvemos a sonreír porque sabemos que pasará en realidad…).
Y por último, y mas importantes, los alumnos. Esas personas excelentes que hacen que uno agradezca el poder tener algo que poder darles, que poder compartirles, que poder ofrecerles, que llegan ávidos de aprender, de querer exprimir el poco conocimiento que podamos tener, y nos obligan a estar siempre actualizados para que no nos agarren en curva. El alumno es el motor del dojo, el que marca el ritmo de avance. Dice un refrán que el maestro solo abre la puerta de la escuela, y es el alumno el que entra a aprender. Me ha tocado que espero y espero a que lleguen los inscritos, pero basta que llegue uno de los alumnos verdaderos, y mi día se ilumina y el budo fluye. Y como río, va hacia donde debe ir.