Entrenaba estos días el kihon happo con mis alumnos, y entre cada técnica que entrenábamos, veía la gran riqueza de estas. Como cada paso, cada movimiento, cada reacción están estudiadas y aprovechadas al máximo. Cada paso tiene una razón, cada centímetro que se avanza o retrocede es para un motivo determinado. Nada es hecho al azar o sin sentido.
Veía como en cada movimiento se puede saborear la esencia de nuestro budo taijutsu, y como se debe seguir desmenuzando cada parte en miles y tratar de entender todas y cada una de estas partes. Armarlas y volverlas a desarmar, entenderlas como un todo y como partes por separado. Degustarlas como un sabor armonioso y tratar de apreciar cada especia que conforma ese sabor.
Y como sabor tan simple pero a la vez tan especial, siempre necesitamos un guía, un amigo que haya probado eso antes que nos ayude a reconocer cada especia en ese gran sabor. No podemos contentarnos con comer un nugget de pollo en un restaurante de comida rápida cuando podemos acceder a comer un delicioso estofado casero hecho a mano por la abuela, donde cada bocado es una sinfonía de sabores, de experiencias y de recuerdos. Debemos aprender a marcar la diferencia entre una comida rápida, hecha en forma comercial, para paladares simples y nada exigentes, de un potaje donde se mezcla el amor, la experiencia y la habilidad de años de un buen cocinero.
El kihon happo hoy lo vi así, como un platillo que jamás se acabará de entender, y que nos corresponde el aprenderlo a cocinar, interpretando la receta original, y sin variarla, poder pasarla a las siguientes generaciones, y que estos también tengan esa inquietud.. de no solo sentarse a comer, sino a entender cada elemento, cada ingrediente, saber cuando se aplica tal o cual y en que secuencia. Entender porque así y no en otra forma y conocer que pasará si no se sigue ese orden.
Preferiré siempre un buen estofado de la abuela a unos nuggets de pollo del supermercado para meter al microondas. Espero que mis alumnos también.