Cuando les explico a mis alumnos cómo y porqué nuestro arte marcial es tan efectivo, tengo que explicar que son técnicas que fueron creadas para ser usadas en el campo de batalla, no en un campeonato o en un ring de pelea. Nos sentamos en el tatami e imaginamos a un guerrero, que regresando de sobrevivir en la batalla, recuerda las formas en que fue atacado y como tal vez instintivamente se salvó usando formas y técnicas improvisadas gracias a su experiencia. Repite en su mente y en su sala de práctica una y otra vez las formas que recuerda haber sido atacado mortalmente, y repite una y otra vez cómo se salvó cuando pensó que era imposible sobrevivir. Perfecciona el movimiento, ahora conscientemente, aplicando sus conocimientos de dinámica corporal, corrige posiciones, dirige mejor sus ataques. Y lo plasma por escrito y añade sus dibujos y gráficos para no olvidar. Entrena esta nueva técnica, una y otra vez, hasta que la hace parte de él. Y en esa época tan convulsionada de la historia de Japón, habían muchas oportunidades para volver a luchar, y siempre a muerte. Si su técnica era correcta, le permitiría regresar vivo a casa. Caso contrario, no regresaría. Así de fácil.

Una técnica tras otra, ataques diferentes cada vez, diferentes batallas, enemigos diferentes en cada ataque. Uno o varios, desde ángulos diversos. Vuelve a casa, a corregir ese ataque que casi lo mata, por su mente pasan mil opciones, mil alternativas, y escribe mas y dibuja mas. Cada técnica lleva su firma personal, su estilo, su esencia. Se hace conocido por su efectividad en batalla, y lo buscan sus hermanos de armas para aprender de él. Acepta a algunos discípulos y empieza a enseñarles lo que vivió y aprendió en sus batallas. Es ahora cuando recurre a sus escritos y diagramas para recordar cada técnica y cada movimiento. Ya no es una hoja suelta. Ya es un cuadernillo ordenado y sistematizado de su experiencia en su técnica propia. No es solo él quien probó su eficacia. Son sus alumnos ahora quienes pueden dar fe de eso.

Ese cuadernillo es la esencia de la técnica del maestro, es su vida salvada en muchas oportunidades gracias a su habilidad. No se puede variar ni un movimiento o perdería su efectividad. Leer ese cuadernillo es como tener al maestro mismo con uno.

Generación tras generación.

A la muerte del maestro, este cuadernillo quedará en manos del discípulo considerado mejor alumno o mas digno y confiable de resguardar este tesoro. Y así sucesivamente, generación tras generación. A estos cuadernillos o rollos se les conoce como Densho.